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FUCKING BIBLICAL! Confiar, esperar y cantar: Una crónica personal de Oasis en México

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El 27 de agosto de 2024 el mundo amaneció con una noticia que parecía dar un respiro en medio de un clima social y político tan enrarecido que hasta la esperanza parecía un lujo. Vivimos en una actualidad oscura, llena de conflictos, de crisis económicas, de divisiones sociales y de una incertidumbre que cala en los huesos y que muchas veces nos hace sentir que no tenemos derecho a ser felices. ¿Cómo permitirse la alegría cuando el mundo parece estar marcado por el dolor?

Ese día, los hermanos Gallagher anunciaron su regreso a los escenarios. Oasis, la banda ícono del britpop que se separó abruptamente en 2009 tras una pelea en París —con ese famoso video de Bloc Party dando la noticia en un festival que hoy circula entre los fans como una ironía amarga— volvía con una serie de conciertos en Reino Unido.

La noticia prendió una chispa inmediata: si los Gallagher habían podido dejar atrás años de rencores y reconciliarse en un escenario, ¿qué otra cosa imposible no podría suceder? La esperanza se convirtió en rumor, y el rumor en una ola imparable: la gira tenía que volverse mundial.

Un deseo cumplido.

La expectativa se disparó cuando una noche la Ciudad de México se iluminó con un anuncio en las redes de la banda originaria de Manchester, donde la ahora icónica fotografía en blanco y negro de Noel y Liam, colocada en el edificio del World Trade Center de la CDMX decía “Ten cuidado con lo que deseas”. Era oficial: Oasis regresaba a México después de 14 años.

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La venta de boletos fue un caos ordenado. Hubo filtros de seguridad, códigos de fan, colas interminables en línea. Los boletos se agotaron en cuestión de minutos para las dos fechas en el Estadio GNP Seguros: 12 y 13 de septiembre de 2025. Desde ese momento, la espera comenzó a contarse en meses.

Yo no tenía boletos. Ni siquiera con el código de fan pude conseguirlos. Me consolé pensando que era lógico: Oasis era un gusto heredado, una banda que pertenecía más a mis amigos de la generación X que a mí. Si alguien merecía estar ahí, gritar con todo el alma cuando sonara Supersonic, eran ellos. Yo podía quedarme con la emoción de acompañarlos de lejos.

Pero también sabía que algo podía pasar. Faltaban meses, y la vida siempre abre puertas insospechadas.

 

Esa puerta se abrió en una charla con mi amiga Patto. Entre mezcales hicimos un pacto simple, casi de borrachera: “Vamos a ver a Oasis”. Era una promesa lanzada al aire, pero que nos dio un ancla. Y a veces, los pactos improbables son los que más se cumplen.

Mientras tanto, yo llevaba todo esto a Factor Hormigueo, mi proyecto de análisis musical. Subí videos compartiendo mi frustración, hablando de las peleas de Oasis, de la nostalgia y del deseo. En los comentarios pedía, medio en serio medio en broma, que si alguien tenía un boleto extra me escribiera. La respuesta fue dura: revendedores pidiendo fortunas, mensajes burlones, pero también gente que estaba en la misma situación.

@elfactorhormigueo

Vamos a relajarnos con un cafecito… y hablar de Oasis. La banda, la historia, los hermanos Gallagher y cómo fue enamorarme de ellos by proxy. Oasis LiamGallagher NoelGallagher Britpop Rock90s HistoriaDelRock Wonderwall GallagherBrothers FactorHormigueo

♬ original sound – Factor Hormigueo Podcast – Factor Hormigueo Podcast

Entre tantos mensajes apareció Lexy. Una chica que decía tener dos boletos en general y que, por motivos personales, no usaría. Lexy parecía demasiado bueno para ser verdad, no pedía nada mas que el costo de sus entradas, en el area general, justo lo que necesitabamos, así pues, decidimos confiar el uno en el otro y esperar a que los boletos se liberaran para traspasarse por las cuentas de ticketmaster, cosa que no pasaría hasta un par de días previos a las fechas.

Las semanas pasaron y las platicas con Patto se intensificaban: “¿Pero si es seguro?” ‘¿De donde la conoces” ¨¿Se puede confiar en Tiktok?¨, el miedo y la insertidumbre se apoderaban de nosotros y cada que eso pasaba un mensjae a Lexy se hacía presente para calmar la ansiedad y ella, siempre amable, siempre comprensiva respondía y me recordaba que el trato estaba puesto.

Así llegó la semana previa a los shows, los preparativos para viajar, las guardería para los perros, los boletos para viajar y los presupuestos, el hablar con Fernando y ana para saber como iban los planes, y claro Lexy ahí, la ansiedad era fuerte y en el medio de todo una trajedia sacudía a la ciudad de México.

El 10 de septiembre una pipa de gas explotó en Iztapalapa. Nueve muertos, cerca de ochenta heridos, decenas de familias devastadas. El accidente fue resultado de negligencia: La pipa no tenía seguro, la vialidad estaba en ruinas. Una tragedia absurda y evitable.

Esa noticia me atravesó. De pronto, ya no era tan fácil estar contento. Entre reportes médicos y coberturas periodísticas, la idea de ir a un concierto empezó a sentirse egoísta. ¿Qué derecho tenía yo de disfrutar mientras otros vivían el horror?

Platiqué con Fernando sobre esa incomodidad –Fer es otro amigo que, al igual que Patto es fan empedernido de la banda y el causante principal de que yo me haya hecho fan de los mismos – ¿Cómo darnos permiso de ser felices en medio del dolor ajeno?

Al final llegamos a una conclusión que, aunque no resuelve nada, ofrece un poco de paz: La vida está hecha de tragedias inevitables, pero también de momentos de gozo que nos sostienen. La empatía no excluye la alegría; podemos ayudar, podemos acompañar, pero también debemos permitirnos el privilegio de la felicidad cuando llega. Y esa certeza fue la que me dio el empujón final para ir.

Ahora sí, el concierto:

Para no hacer el cuento aún más largo de lo que ya lo hice, el 12 de septiembre Patto y yo asistimos al antiguo Foro Sol para ver por fin, después de tanta espera, a Oasis en su regreso. Lexy resultó ser todo lo que prometía y más: una persona muy linda y atenta que, al igual que nosotros, era fan y estaba tan emocionada por nosotros como por ella misma. Los boletos fueron transferidos y por ello siempre le estaremos agradecidos, esperando que en algún momento podamos regresarle el favor. Lexy nos demostró que confiar da felicidad, crea comunidad y conecta. Gracias, Lexy, nos diste un momento para el resto de nuestras vidas.

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Fuente: Facebook oficial de Oasis

Aunque los planes de encontrarnos todos y juntarnos a un previo nunca se lograron —pues la ciudad era un caos completo—, Fernando y Ana llegaron corriendo por su lado, mientras Patto y yo sorteábamos el tumulto en un metro abarrotado. Eso hizo que nos perdiéramos el entremés provisto por Cage the Elephant, a quienes ya había tenido la oportunidad de ver en vivo y que son garantía, pero en esta ocasión nos los perdimos. Pudimos llegar apenas unos 30 minutos antes del inicio de lo que todos esperábamos. Así, con una cerveza tibia a sobreprecio en una fila que parecía no terminar, las pantallas del escenario se iluminaban diciendo “This is not a drill”, mientras Fucking in the Bushes sonaba y Patto juraba haber visto a los hermanos atravesar la explanada del Foro a través de las barricadas de audio. El show comenzaba con un recinto abarrotado y una emoción vibrante.

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Fuente: Facebook oficial de Oasis

Mientras Hello comenzaba y el Estadio GNP vibraba, la cerveza empezó a mojar a todos, pues, así como Patto y yo, cada persona que conformaba ese público tenía su propia historia, su propio cuento que contar para estar ahí.

La banda, comandada por Liam y Noel, hizo lo propio, haciendo sonar el estadio como pocas veces lo he escuchado. Una emoción rara me recorría mientras las canciones seguían. De pronto, el ruido del mundo decidió silenciarse por un momento en mi cabeza para dar paso a Liam diciéndome que por ese momento todos nosotros viviríamos por siempre.

Con visuales entretenidos que por momentos se tornaban espectaculares, Oasis te contaba una historia: una historia de música, de superación, excesos y experiencias. Las fotografías de sus padres, de ellos mismos de niños, de diarios que recordaban la historia de la banda, te decían: “tú también eres parte de esta historia, gracias por estar aquí”.

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Fuente: Facebook oficial de Oasis

Así empecé a sentir lo que muchas veces sentí al escuchar el Definitely Maybe o el What’s the Story Morning Glory en mi casa mientras limpiaba, mientras pensaba en los amigos que he tenido y ya no están, en esa relación que pudo haber sido y no se dio, mientras recordaba esas noches de borrachera con Fer y Ana, esa noche en la casa de Patto mientras llorábamos por lo que habíamos vivido hace poco y que nos motivó a decirnos: “no sé cómo le vamos a hacer, pero vamos a ir a ver a Oasis”. Solo para voltear y verla al lado, con una playera que compró en la visita de Oasis en el 99 y que, de forma chistosa, tenía la palabra Oasis encapsulada en plástico. No se veía para nada cómoda, pero contaba una historia, una muy linda: la de una chica que estuvo ahí para vivirlo, que experimentó muchas cosas en su vida con la voz nasal y poco entendible de Liam de fondo, que lloró y se emocionó por las letras de Noel y que, gracias a todo lo que hemos vivido y lo que Oasis nos ha conectado, se había bautizado ahí como mi hermana.

No importó que al lado de nosotros tuviéramos a un tipo nefasto que durante todo el concierto no paraba de hablar de todo menos de lo que estaba sucediendo en el escenario, pues alrededor de nosotros había más gente que estaba viviendo un momento trascendental, una energía que se palpaba.

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Fuente: Facebook oficial de Oasis

Durante esas dos horas Oasis nos dio un paseo por su historia, por sus éxitos y sus fracasos, abrazando canciones que se sabe no son del agrado de ellos —te estoy viendo a ti, Be Here Now—, pero que saben que para los que estuvimos ahí significan algo, quizá mucho.

Así, tras un encore que sabíamos que llegaría, la genial The Masterplan, la preciosa Don’t Look Back in Anger, la obligada Wonderwall y el cierre magnífico con Champagne Supernova, adornada por una lluvia de fuegos artificiales que cerraban la noche, Oasis daba la reverencia y cerraba un concierto que fue todo lo que se esperaba y más. Las caras felices nos rodeaban, las mejillas con lágrimas, las familias que asistieron juntas. Por dos horas fuimos todos, juntos, miembros de una experiencia que quizá se vuelva a repetir, quizá no, no lo sabemos, pero por ese momento lo fue todo.

Fuente: Facebook oficial de Oasis
Fuente: Facebook oficial de Oasis

Oasis dio una segunda fecha, misma que se presume como con más energía por parte del público. Debo decir que, si bien la emoción se palpaba, sí esperaba un poco más de conexión entre toda la gente, pero quizá, al igual que nosotros —Patto y yo—, vivieron su experiencia al interior de cada uno. No lo sabré, pero al menos así lo siento.

Esta fue una historia un poco larga, pero que quería compartir. Una historia personal que se desarrolló durante meses y muchas pláticas, que se dio gracias a la confianza, al creer en la gente, al compartir las experiencias. Y creo que eso es lo que más me queda de todo esto: el hacer comunidad a través de la música, el ver cómo muchas personas —Fer, Ana, Natalia, Lexy y Patto— ponían de sí para que al menos a la distancia disfrutáramos todos, viviéramos todos, tuviéramos este recuerdo colectivo, cantando todos juntos Don’t Look Back in Anger, abrazados, viviendo una catarsis que solo cada uno de nosotros sabrá su motivo.

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Fuente: Facebook oficial de Oasis

Tal vez no conté demasiado sobre el concierto en sí porque, al final, esta historia no trata tanto del destino como del camino. Pero créanme: fue un gran show.

Por eso gracias: gracias por leer, gracias por escuchar y gracias por estar.

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