InicioCineUnicorn wars: Guía básica del edgy para la misantropía

Unicorn wars: Guía básica del edgy para la misantropía

 

Lo pongo así de claro: si tienes la oportunidad de ver Unicorn Wars (2022) dirigida por Alberto Vázquez, desaprovéchala. Si quieres ahorrarte la hora y media de duración de esta cosa, hazte un favor y mejor ve el cortometraje alemán Die Schöpfung (La creación) de 1994, del cineasta Thomas Meyer-Hermann. El concepto que la primera simplemente no logra condensar es ejecutado con maestría en menos de siete minutos en esta última. ¡Y sin necesidad de emitir palabra más allá de licht! ¡Que se haga la luz! claro está, si exceptuamos los fragmentos de la ópera de Haydn que sirven como motivo argumental.

Puedes ver La creación en YouTube: https://www.youtube.com/watch?v=ljg_EgXMjO0

¿Por qué tengo la audacia de llegar a esas conclusiones? Vayamos por partes. De entrada, la película de Vázquez se apropia de un relato bien conocido: la historia de Caín y Abel. Los hermanos bíblicos aparecen en forma de dos pequeños ositos de peluche Azulín (el cruel) y Gordi (el noble) quienes son jóvenes reclutas en un campo militar.

Su entrenamiento es duro física y espiritualmente, rayando siempre en una búsqueda enfermiza de la perfección. ¿su objetivo? Aniquilar de la faz de la tierra a los enemigos mortales de su especie, los unicornios. Tan disparatado como pueda sonar, la historia se va convirtiendo en una pesadilla de violencia que tiene como clímax la creación de una nueva (o quizás, una que se creía extinta en ese universo) especie: el ser humano.

Enunciando esto es fácil darse cuenta de la poca sutileza que tiene la película para construir algo serio. Carece totalmente de crescendo, y es muy fácil perderse en los agujeros en la trama. La experiencia de ver esta película es similar a ver Happy Tree Friends, pero una versión de esta sangrienta serie animada que intenta desesperadamente transmitir un mensaje profundo. El incoherente sueño húmedo de un adolescente edgy que acaba de declarar su odio a la humanidad ante la negativa de su madre de permitirle teñirse el cabello.

La voz inglesa edgy se usa para describir aquello que por todos los medios busca apantallar y aparecer como sublime y maravilloso, por medio de la provocación y la ofensa, pero la mayor parte de las veces carece totalmente de atributos maravillosos o sublimes. Y esta película animada no es la excepción. Nos ofrece una premisa sencilla, apelable a la idiosincrasia de la mayoría de la gente. Sin embargo, cabe afirmar que no es para nada inocua. De manera velada, la cinta banaliza y ofrece como moralejas el genocidio y el eco fascismo.

Un eje primordial de la historia de Unicorn Wars es su torpe crítica a la religión. O, mejor dicho, a las religiones abrahámicas (y más que nada al cristianismo). Esta se simplifica en la aseveración que el fanatismo no lleva nunca a nada bueno. Si bien no me opongo a esta proposición, la narrativa misma de la película la contradice. El terrible dogma que lleva a los ositos a cometer los actos más ruines, irónicamente desencadena una serie de eventos que nos lleva a la creación de otro dogma: el ser humano es una plaga, es el peor ente de toda la creación y enemigo de otras formas de vida.

No hay manera de saber si todo este autodesprecio viene de una mala interpretación del papel de la acción humana en el deterioro progresivo del planeta, pero la conexión no es difícil de ver. Es lamentable observar que el limitado concepto de ser humano que aparece en la película deja completamente de lado otras cosmovisiones que plantean el lugar del ser humano en el cosmos de una manera más respetuosa con el ambiente que lo rodea. No entendido como amo y señor de toda la creación, sino un elemento más que también tiene su función.

Y es justo esta desregulación, falta de equilibrio en esa relación simbiótica lo que provoca la crisis ambiental actual. ¿Qué manera sanguinaria de pensar es esa que opta por la auto aniquilación de la especie? Opción que lo que tiene de radical lo tiene de absurda. La parte más peligrosa de asumir esta postura es que, una vez aceptada, abandona la consciencia de tener la opción de hacer algo al respecto; de reconocer que el género humano tiene otra alternativa.

“el ser humano es un virus” dices con toda seguridad, como si enunciarlo te elevara intelectualmente por encima de la especie, y procedes a perpetuar lo peor de la humanidad porque ¿Qué más te queda por hacer? ¡Es parte de tu naturaleza!

Narrativas como esa obstaculizan la ruta hacia un nuevo concepto de ser humano. Los estudios actuales de biología se han esforzado en comprender al ser humano como un ecosistema más que como un individuo. Sirva de ejemplo la relación que tenemos con la microbiota (antes conocida como flora intestinal) dentro de nosotros.

Lo más rescatable de la cinta vendría siendo el aspecto técnico. La animación ofrece una estética nostálgica de las vanguardias en la publicidad y el diseño gráfico de la primera década del milenio, sobre todo el llamado frutiger metro, así como las expresiones artísticas de las tribus urbanas (sobre todo la emo). Todo eso, pero con un ligero toque lisérgico. El mayor elemento de shock que produce esta animación recae en el contraste que existe entre el diseño tierno de los personajes (evidente referencia a los ositos cariñositos de los 80) y las situaciones escabrosas de la trama.

En fin, si a pesar de todo la curiosidad te remueve la cabeza, no soy nadie para negarte a vivir esta bizarra experiencia.

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