La artista Gala Porras-Kim (Bogotá, 1984) investiga sobre los artefactos culturales y la relación que mantienen con sus funciones originales. Su trabajo explora cómo los objetos se insertan en las instituciones museísticas y patrimoniales y se someten a los sistemas de catalogación y preservación. Además, la práctica de Porras-Kim ahonda en las estructuras legales de los artefactos culturales. La artista nos habla de los momentos del objeto, de sus vidas legales y de cómo ha cambiado el marco que lo rodea.
A partir del 11 de febrero, el Museo Universitario Arte Contemporáneo, MUAC, exhibirá en su Sala 4 la exposición Gala Porras-Kim. Entre lapsos de historias, un proyecto curado por Virginia Roy, quien comenta que además de las cuestiones de conservación física, el interés de Porras-Kim reside en aquellas características incorpóreas e intangibles que conforman la esencia de los objetos culturales. “La artista defiende una nueva política de cuidado del artefacto que no priorice su conservación material destinada inevitablemente a deteriorarse ante la imposibilidad de detener los efectos del tiempo. Más allá de las transmutaciones de la materia, cabe preguntarnos: ¿dónde reside el objeto?, ¿quién decide lo que se conserva?”.
Los objetos: mediadores entre sus funciones originales y los establecimientos que los cobijan
La reciente investigación de Porras-Kim se centra en revisar el saqueo arqueológico del Cenote Sagrado de Chichen Itzá. De 1901 a 1940, se estableció en Yucatán una expedición patrocinada por el Museo Peabody de Arqueología y Etnología de Harvard, que extrajo clandestinamente del cenote más de 30,000 piezas. La mayoría de las obras extraídas eran ofrendas rituales al dios de la lluvia, en la cosmovisión mexica el dios de la lluvia se denomina Tláloc, en la zapoteca Pitao Cocijo y Chaac en la mitología maya, y es una de las deidades principales del panteón de Mesoamérica.
Después de muchas presiones y varios acuerdos institucionales, en 1969, el Museo Peabody devolvió un conjunto de cerca de 90 obras de oro que se conservan hoy en el Museo Nacional de Antropología del INAH. Diez años más tarde, en 1979, se produjo una segunda devolución, ahora de 243 piezas de jade, que se entregaron al INAH para exhibirse en Yucatán. El resto, casi todas, continúa en la colección del Museo Peabody.
En su proyecto Precipitation for an Arid Landscape [Precipitación para un paisaje árido] (2020), la artista Gala Porras-Kim indaga sobre el desplazamiento de esos objetos culturales extraídos del cenote, desde su función original a su “nueva vida” en las colecciones. En su serie Offerings for the Rain at the Peabody Museum [Ofrendas para la lluvia en el Museo Peabody] (2021), retrata parte de los objetos saqueados del cenote que se encuentran en el Museo Peabody y en el Museo Field. A partir de fotografías de archivo y clasificación proporcionadas por la institución, Porras-Kim dibuja minuciosamente las piezas a tamaño natural y las ubica en unos estantes de almacenamiento imaginarios siguiendo los protocolos de presentación y el lenguaje de clasificación de las colecciones. El dibujo se presenta como una manera de aprehenderlos, de llegar a ellos. Además de las piezas de la colección del Peabody, la artista también representa algunos de los objetos que se devolvieron a México y que ahora están presentes en el Museo Nacional de Antropología y en el Museo Regional de Antropología de Yucatán, Palacio Cantón, en Mérida. Después de casi 100 años, las ofrendas vuelven a reunirse con sus compañeros de cenote por medio del dibujo.
La curadora comenta que ninguno de los dos elementos -las fotografías o sus dibujos- escapan de la lógica de la catalogación, donde la presencia del objeto queda diluida en su reproducción. La artista alinea los objetos según la categorización de los museos, planteando de qué manera se organizan, ordenan y registran las cosas en las instituciones, y el modo en que devienen y configuran una colección.
Al respecto, en una carta a Jane Pickering, directora del Museo Peabody, la artista señala: “Me interesan los objetos suspendidos de su función o propósito original al ser almacenados y exhibidos en instituciones, únicamente, como objetos históricos”. En el momento en que se introducen en el museo, los objetos quedan atrapados en los confines de éste y en su propia narrativa, “insertos en una red de codificaciones y lecturas. Ahora, en tanto objetos históricos, se leerán sólo en su parcialidad”, agrega Virginia Roy.
Gala Porras-Kim incide en que los objetos devienen en mediadores entre sus funciones originales y los establecimientos que los cobijan. Insiste en que, más allá de la función patrimonial de los artefactos culturales, también subsiste latente su antigua vida, sus funciones rituales, por lo cual negocia para el acomodo de ambas. Los artefactos quedan desajustados e incómodos en esta tensión de habitar las instituciones museísticas que los enmarcan. Así, los objetos culturales sobrevienen como objetos disfuncionales porque pretenden escapar de su función museística y albergan, secretamente, su otra vida numinosa.
La artista especula sobre la voluntad de los objetos. Cuando se introducen en las colecciones, la existencia y la historia de las piezas quedan incrustadas y atrapadas en las narrativas limitadas del museo. Por ello propone explorar la potencialidad de los artefactos como posibles agentes.
“La inquietud de Porras-Kim se alimenta de este pensamiento: desplegar las posibilidades que poseen los artefactos culturales más allá de la institución donde se insertan e incidir en la facultad propia de los objetos. Escapando de sus constricciones, los objetos devienen en actores de la colección: comediantes, presentadores, coristas o animadores. Actúan y figuran en una representación que sigue en curso permanentemente”, concluye la curadora.