México.-En las últimas semanas, las redes sociales y los medios se han llenado de información alarmante sobre la escases de agua en todo el país, particularmente en el valle de México, generando cierto pánico entre la población. Pero, ¿Qué tan grave es la situación hídrica en el país? ¿sirve de algo entrar en pánico?
Estamos ante la mayor sequía en los últimos 80 años. En el último mes, se ha registrado un 32. 8% del territorio con sequia moderada o severa, el 20.28% como anormalmente seca y solo el 18% se encuentra libre de sequía. Entre los estados más golpeados están Sonora, Chihuahua, Durango y San Luis Potosí.
La falta de lluvias ha provocado un déficit del 26% en las principales 210 presas del país. Las cuales almacenan en conjunto el 92% del agua para uso humano. Solo en 8 presas de las 210 se reporta un excedente en su capacidad, 41 están entre 75% y 100 %, 44 entre 50 y 75% y 117 presas están por debajo del 50% de su máxima. Específicamente, las presas el Bosque, Valle de Bravo y Villa Victoria (las que componen el sistema Cutzamala) se encuentra a un 38% de su capacidad. El nivel más bajo que se ha reportado en toda la historia de su operación.
Si bien es verdad que la falta de lluvias es un factor determinante en el vaciado de las presas, también se le suma la mala administración del recurso. El modelo de gestión actual de agua fue ordenado por el entonces presidente de EEUU George W. Bush padre en la década de 1990 y aprobada durante la presidencia de Carlos Salinas de Gortari. El gobierno estadounidense puso como condición para la firma del TLC la facilidad de extracción del agua mexicana. Lo que instauró una lógica entreguista del líquido vital a las industrias trasnacionales. Para lograrlo, el gobierno de Salinas modificó la ley agraria, la ley forestal y la ley de aguas. De igual forma, creó CONAGUA, una institución con una visión vertical del poder sobre el recurso que terminó por destruir lo que quedaba de las prácticas del Estado popular mexicano y negó cualquier posibilidad de existencia de otras formas de gestión no gubernamentales.
Con Salinas, las concesiones privadas sobre el agua mexicana pasaron de 2 mil a 550 mil en un solo sexenio, con una vigilancia Estatal sobre la extracción completamente ausente. Actualmente, la mayor cantidad de agua es usada por el sector agropecuario, con el 76 % de concesiones, que se divide entre campos de cultivo y ganadería. Al abastecimiento público se le destina el 15% de entre los cuales se considera el uso personal e industrial. De este 15% de abastecimiento de uso público, solo 7 empresas acaparan el 70% de las concesiones, entre las que se encuentran coca cola con 55 mil millones de litros anuales, Pepsi con 32 mil millones, Danone con 15 mil millones, Nestlé 9 mil millones y Aga con 5mil millones. Otras empresas con un alto consumo de agua potable son Jumex, nutrijugos, Bimbo, Kellogs, Peñafiel, cervecería Cuauhtémoc y Heineken. El fraking y la minería son sectores que forman parte del problema, ya que no solo requieren agua para sus procedimientos, sino que sus desechos contaminan ríos, lagos y mantos freáticos.
Con todo esto, cuando empieza la escases de agua, a los primeros a los que se les raciona el uso son a las personas, y no a las grandes empresas. Siendo que el uso personal solo constituye el 5% del total del consumo hídrico, resulta insultante que a las personas se les pida que se bañen en menos de 5 min, mientras las trasnacionales vacían sínicamente las presas más importantes del país, sin regulación, ni retribución fiscal, ni nada que se le parezca.
El fenómeno comunicacional resulta curioso. Y no porque no sea un tema de vital importancia o porque no deberíamos estar preocupados, sino es bien sabido que el pánico es usado de forma política para generar consensos respecto a una solución que se presente como infranqueable. Particularmente en la CDMX se ha usado como un método para aprobar mega proyectos. Un ejemplo de esto es el caso del túnel emisor oriente durante la presidencia de Felipe Calderón. Un proyecto aprobado sin licitación con un presupuesto de 50 mil millones de pesos, porque se temía que la ciudad se fuera a inundar. El túnel terminó por no funcionar como se prometió, ya que las ciudades aledañas se siguen inundando, y ha terminado por ser parte del problema del agua, pues saca miles de litros de agua residuales que bien se pueden tratar y reutilizar.
La respuesta a la crisis hídrica que enfrentamos no está en los grandes mega proyectos como el de traer agua de otro estado, usarla y desecharla mandándola a otro estado. Esa lógica es colonial y extremadamente contaminante, ya que rompe con los ciclos naturales del agua. Tampoco tiene sentido inventarnos formas inviables como la de utilizar el agua del océano, porque es un proceso muy costoso y genera lodos muy contaminantes. Tenemos que revisar la administración de nuestros propios recursos, priorizando el uso humano antes que el beneficio de las grandes empresas, cuyas cadenas de valor ni siquiera terminan en México. No podemos seguir regalando nuestro futuro al gran capital. A demás, se puede invertir en metodologías anaerobias de tratamiento de agua que son 3 veces más eficientes y sin necesidad de usar energía, como la de las nano burbujas; aún estamos a tiempo de rescatar y fortalecer nuestros humedales y cuerpos de agua, que tiene la capacidad de tratar de manera natural hasta los micro plásticos; usar material reciclado para los canales de riego; incentivar los circuitos locales y manejos populares del agua, como la captación de agua de lluvia; cambiar las tuberías de asbesto por poliuretano de alta densidad para facilitar el tratamiento.
Para todo esto, resulta fundamental repensar nuestra relación con la naturaleza y priorizar su uso de forma responsable. No es que los seres humanos (en general) nos estemos terminado el agua, es el sistema económico que prioriza la ganancia sobre el bienestar de las personas el que está depredando todo recurso que le sea favorable. Recordemos que no importa la cantidad exorbitante de dinero que tenga una persona, no puede sobrevivir sino tiene agua.